domingo, 13 de noviembre de 2011

Sexo y hacer el amor

Según Aristóteles, la templanza es la virtud de la moderación frente a los placeres. Una persona prudente es aquella que puede reconocer el punto medio en cada situación. La verdadera cuestión es, por tanto, cómo se sabe cuál es el punto medio de las cosas.

En nuestros días hay infinidad de opiniones respecto a cuándo y por qué la práctica de sexo es buena o mala. Me arriesgo a decir, para simplificar, que la brecha más profunda es la que separa es la que separa a las personas que creen que el sexo debería estar reservado para el hombre y la mujer que han pasado por el sacramento del matrimonio y las que no lo creen en absoluto y piensan que el sexo es bueno siempre que esté consentido por ambas partes. Bajo mi punto de vista, ambas opiniones son respetables, sin embargo, no comparto ninguna de las dos.

Para explicarme mejor voy a distinguir entre "sexo"; para referirme meramente al acto sexual, y "hacer el amor"; cuando el acto sexual implica donación de amor por ambas partes y existe, por tanto, ese sentimiento.

Por un lado, no creo que se deba esperar al matrimonio para hacer el amor, o que tenga que ser algo exclusivo del mismo. Hay personas que se quieren y que no creen en el sacramento del matrimonio, y no pienso que por ello no puedan mantener relaciones sexuales. Además, defiendo que si dos personas se quieren las mantengan, porque es una forma de entregarse el uno al otro y de expresar su mutuo amor.

Sin embargo, no estoy de acuerdo con el sexo por el sexo. Me refiero a los hombres y mujeres que se acuestan con personas que han conocido unas pocas horas antes o que apenas se conocen y además acostumbran a hacerlo. Para mí, el sexo es algo muy intimo y cada vez que se van sumando "ligues" a la lista va perdiendo poco a poco ese carácter de intimidad.

En nuestra sociedad el sexo está perdiendo la importancia que tiene. Se sobrevalora el placer que se obtiene al practicarlo y se menosprecia el valor sentimental y afectivo que debe acarrear. En vez de explicar a los jóvenes lo que realmente debería representar para ellos el sexo (que sería, según la distinción anterior, hacer el amor), les regalamos preservativos por doquier y hacemos que puedan comprar las pastilla del día después como si fueran a comprar chicles. La imagen que nos transmiten algunas series de televisión, cada día más de ellas, es la de que el chico o chica "guay" es aquel que practica sexo sin compromiso, sin importar con quien etc. Sin embargo, los que no lo hacen son considerados "bichos raros" por no perder la virginidad con tan asombrosa rapidez. Todo esto propicia que cada vez más jóvenes y a más temprana edad, si cabe, caigan en el sexo por el sexo por no sentirse inferiores a los demás.

Para concluir, creo que el punto medio del sexo es hacer el amor. practicarlo con alguien a quien quieras y que te corresponda, no importa si antes o después del matrimonio, o si en tu vida sólo has querido a una persona o a cinco.

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